sábado, enero 7

El placer del viajero



Hace un par de horas terminé de estibar a presión en mi mochila, todos los elementos necesarios para mi viaje. Algo siempre irritante, porque el peso debe ser mínimo, y a su vez, no puede quedar nada fuera que implique nuestra perdición o el pasar un mal rato. Un amigo me contó que una noche en el Sur, tratando de dormir dentro de su bolsa, el frío era tan intenso que pensaba que iba a morir. Aún en la suave y helada oscuridad que lo hospedaba, fijaba su mirada en una leyenda impresa sobre la tela de su carpa, que decía (junto a la composición del material): "cuidado, mantener lejos del fuego". Le parecía terrible morir leyendo esa frase: el calor negado.

Por supuesto, la experiencia de mi friolento amigo Tomatis en campamentismo era mucho menor a la mía, ya que éste debe ser mi décimo viaje a la Patagonia en carpa. Los compañeros de laburo no comprenden que mis vacaciones pasen por el esfuerzo, la privación y el humo que todo lo impregna y desodoriza. Pero bueno, sobre gustos no hay nada escrito.

Estuve hace un par de años en las Torres del Paine. Hice el maravilloso camino de ascensos y descensos que enlaza el Refugio Frey con el Jacob en tres días. Me quedaba por conocer el Fitz Roy, en el Parque Nacional Los Glaciares. Y hacia allá voy.

Entretanto, pensé como muchos otros bloggers, dejarles a los ocasionales y fieles lectores de Dural, algún cuento de mi autoría, o mucho mejor aún, de algún escritor de mi agrado. Pero como uno no quiere agregarles peso en sus mochilas de la inmediatez y el clickeo incesante, me daré el gusto de pedirles algo. . .

Cuentenme algo que les haya pasado como campamentistas o como viajeros. La única condición, es que esa anécdota que me cuenten, que les haya pasado a uds. o algún amigo, les haya resultado: extraña, inquietante o peligrosa.

Extraña, inquietante o peligrosa.

No tiene porque ser a lo Ian McEwan. Yo personalmente tengo varias, y tal vez sume alguna más. Ya les contaré a la vuelta.

Nos vemos.-

8 comentarios:

Molina dijo...

Tal vez inspirada en tu pedido, la administradora de fille putain cuenta sus experiencias en campamentos, acá: http://filleputain.blogspot.com/2006/01/hacelo-con-carpa-tercer-grado.html

mariano dijo...

Lago Futalaufquen, Parque Nacional Los Alerces, Chubut. Era un camping agreste (es decir sin nada), solos en el bosque. La unica amenaza parecía el miedo infantil a los bosques nocturnos. Cuatro de la mañana, escuchamos una F-100 arribar con todo al camping. Cumbia al mango. "Laura se te ve la tanga". Pensamos que era solo un instante, pero no. La cumbia se prolongó durante horas, ya aclaraba cuando fui a decirles que bajaran la música. No me dieron bola, obvio. Despues llegó un Scania inmenso y también puso cumbia. Uno fantasea ser un Whitman, un Thourau en el bosque solitario. Pero no, la cumbia nos persigue a todos lados.

Anónimo dijo...

Y por lo visto no pensás escribir.

Miguel P. Soler dijo...

Me gustaría leer antes, en este espacio, una anécdota del patagónico fander antes de escribir mi post del regreso. Pero bueno, estoy juntando fuerzas. . .
Gracias a Mariano por su anécdota cumbiera, que fue quien se prendió al pedido.
Molina, gracias por la data. Me fue divertido leerla (aunque cuesta, con ese estilo streamconsciousness agramático femenino), pero como tallerista, diría que no cumple con la consigna.

Salutte.-

paula p dijo...

me rodearon (no se si uno o dos corceles porque no quice salir de la carpa) durante media hora en la noche , relinchando como apocalipsis. lloré, etc. esto en Quebrachitos

y este verano en san marcos sierras, un duende o un acampante hijode puto, nos cortó todos los elasticos de la varilla del inmenso igloo de 6 ¡pero !boyscoutmente metimos el hilo por todos lo agujeros

sdos con calor, H

javier dijo...

Mis viejos son de bariloche. Fui a verlos, como todos los años, preparado para hacer Laguna Negra, Frey, Lopez, en fin, la clásica. Tenia pensado, incluso, cruzar a Chile en bici. Al segundo dia de estar alla, mientras mi vieja regaba y me reprochaba mi sedentarismo relojeando mi buzarda, salté un cantero de piedras, caí y me esguincé el tobillo. La unica picada que transité en las vacaciones de este año fue una de cantimpalo, con mi viejo, viendo river boca en la tele de la cocina.
Buen año.

Anónimo dijo...

Me hiciste pensar.
Yo no anduve de campamento hasta mis 26/27 años y, por supuesto, las primeras experiencias fueron salvajes: lago Rivadavia, también en el parque nacional Los Alerces, camping libre, bueh, todo esto.
Sin embargo, más acá en el tiempo, recuerdo otro viaje, menos campamentero, en que alquilamos una cabaña en las afueras de El Bolsón. Aclaro que soy el único entre mis amigos que no carga prole entonces me veo obligado a actuar como si la tuviera y aceptar que pueda llamarse cabaña a una cajetuda mansión a mitad del bosque, con muchas más comodidades que las que todos teníamos en nuestras propias casas.

Todos estos años trataron de enseñarme a pescar con mosca, pero en este caso, a diferencia de la pesca tradicional, es realmente un placer el ejercicio de tirar y tirar aunque no salga nada. Quiero decir: estar bajo el sol de más de 30 grados con el agua congelada hasta la cintura tirando esos estiletazos me resulta fascinante. A mis amigos también. A las mujeres de mis amigos no, son lo que se dice más bilardistas, sólo se fijan en el resultado.

Pues bien, en la canañan, además de tener todos esos animalitos que habitualmente hay en una granja, incluido un jabalí bebé, había un tanque australiano con truchas en el que todos y cada uno vimos la chance de salir de perdedores, pescando más de una pieza.

A falta de mejor carnada, los tipos agarraron pan. Y te juro que había que verlos, todos equipados con esos trajecitos que usan los turistas yanquis, que no sé bien para qué sirven. Conclusión: la única trucha la pesqué yo. Claro que fue de un modo poco ortodoxo, por decirlo así. La enganché de un ojo.

Ponete las pilas y escribí, por el amor de Musil que nos mira desde ahí abajo.

Un abrazo y feliz año.

Miguel P. Soler dijo...

Excelente crónica Fander. Esperaba algo menos "fashion" de vos, pero la anécdota vale (esa enganchada del "ojo" de la pobre trucha, es un tanto mac´ewana.) Como verás estoy un tanto oxidado para la bloguescritura, pero vengo sopesando material para contar uno o más historias de mis acampadas que fueron "inquietantes, extrañas y/o peligrosas".

Amxn, por suerte nunca me pasó un accidente en los senderos o fuera de ellos, salvo el de Villarica, pero nada que resultara un esguinse o una quebradura. Por eso me largaba a caminar filos con seguridad y precausión, sabiendo que bien podría estar en la ciudad, tropezar con un cordón y desnucarme.

Paula, desconfía de los "duendes" en primer lugar. Yo tuve que reparar este año una varilla rota y cambiar el elástico: es el punto flojo de las estructuras igloo. Sobre las criaturas que circundan la carpa atemorizándonos, tengo una historia en tintero.

Gracias a todos y buen año.-