miércoles, noviembre 7

Antonio Di Benedetto: lectura en 2 movimientos


Cuando en mi lectura, entré en el último cuarto de Cuentos Completos de Antonio Di Benedetto (editorial Adriana Hidalgo), me pareció que, saliendo de los enfoques críticos que hablan de la fragmentación, la microhistoria y cierto estilo que se nutre de la elipsis y los diálogos de la apatía (esta última es una fuerte componente que habría que considerar, cierta “apatía existencial”), me sorprendía la notoria ruptura cualitativa entre los textos antes de la detención y luego de la detención del escritor durante la dictadura militar. Ahí se ve una fractura peculiar que, de alguna manera, le llevaría al silencio y a las reediciones, como quién vuelve a la inocencia perdida. “Sombras nada más” es una novela pesada, con poco vuelo, abandonada al tránsito de las librerías de viejo. Salvo “Aballay”, los cuentos de “Absurdos” y “Cuentos del Exilio”, tienen la misma debilidad, como si estuviesen extraviados, exiliados de sí mismos.

Por supuesto, era una apreciación tentativa. Digamos que veo un “problema”, un punto de inflexión a analizar. Por cada periódica relectura que hago de Di Benedetto, me parece que uno de sus mejores cuentos, especie de summa literaria, es un texto poco antalogado pero que habla de esa extraña filiación entre la ficción y la realidad, entre existencialismo y género fantástico, que es “Falta de Vocación”, en “Cuentos Claros”. Y la novela de mi preferencia es “El silenciero” y el comienzo de “Los suicidas”.

Y un buen día, por fin, llego a la página 700. Termino el grueso volumen de Di Benedetto.

Ejemplificando mi presunción anterior, doy con una cita que anticipa mis reparos de lector. Di Benedetto escribe en un cuento llamado “El Pretendiente”, publicado en 1983 (es decir, perteneciente a la época posterior a su detención en 1976) lo que sigue:

“De cualquier forma, prefería los sueños de otra época, los sueños creadores que le ayudaban en su trabajo. Ocupado con soñar espantos, se le han ahuyentado del sueño aquellas ensoñaciones que favorecían la emanación de una fantasía, la formación de la sustancia que él podía convertir a historias para ser contadas.”

Por otro lado, el último cuento que es un inédito llamado “Muy de mañana, en el cementerio”, cierra el volumen con un estremecimiento poderoso que bordea la tristeza (y que me hizo pensar en las cabezas criogenizadas, pero en grado tan sutil, que lo diferencia y lo acerca a las costumbres bárbaras de una tragedia griega.)