sábado, mayo 10

Watcher of the skies

Sobrevuelo la red como el murciélago fantasmagórico de Peter Gabriel, entre nubes de hielo seco, con el avance vibrátil de acordes mayores. Y por supuesto, como otra veces, sobre esos cielos por los cuales suelo pasear, hay una caída de tensión alarmante.
¿Sienten a veces esa caída de tensión? No hay polémicas, no hay temas interesantes, no hay escritores invitados a la Feria del Libro que nos insiten a soportar su infierno de roces y música ad hoc. Los post decaen, los sitios más visitados siguen siendo sitios más visitados pero apenas dicen algo más que el resto. Y uno está cansado de escribir. Nada sale, todo está laxo, se evidencia el sinsentido de la escritura. Termino conteniéndome en mis libros postergados entre parada y parada. En el subte, entre el calor y la asfixia, desisto de sacar la novela que vengo leyendo ("Zuckerman Encadenado" de Philip Roth), y me contengo en La Razón, para alcanzárselo, al fin de recorrido, a los pibes que la revenden por centavos. La razón está extraviada y bajo bóvedas subterráneas.
Pero volvamos a la caída de tensión. En los suplementos aparecen siempre las mismas caras. Frogwill, rana shakespereana, salta de Ñ en ADN prometiéndonos combates nonfiction, postulando una reorganización en nuestro Canon Inverso. La joven guardia la hacen posar para la prensa como si fuese los X MEN. ¿Pero que poder distintivo tiene cada uno? ¿Sólo se puede vencer esta oscuridad blindada, estos ojos cerrados del lector urbano, siendo muchos, antalogándose como una red o una granada? ¿Es que estamos perdiendo la batalla. . .? La Feria del Libro, cada vez es menos Libro y más Feria. Una mujer me ofrecía libros miniaturizados. ¿Es posible que se hayan reducido los espacios? Antes demoraba entre Amarillo y Verde, pero esta vez, no me daba cuenta cuándo pasaba de uno a otro. Todo estaba gibarizado, mínimizado. Cada vez menos editoriales, cada vez más distribuidoras y más stands que apenas tienen que ver con la literatura. Ya no hay novedades editoriales y se consiguen menos libros que en la calle Corrientes.
La caida de tensión hace que seamos fáciles presa de los mediáticos: los chorros salen a la calle con piedras en la mano. Les basta para su punitiva acción, tan primitivo armamento. . .