viernes, julio 17

Otra nota desAirada

Aira siempre tiene alguna declaración pseudocrítica urticante y contraproducente bajo la manga. Me acuerdo de "Cortazar es un mal Borges", cuando tal vez, se podría decir que Aira es un mal Pynchon. Las novelas de Pynchon son voluminosas y múltiples, y creo que ningún lector sensato podría asegurar que en sus páginas no abunda la literatura.

martes, julio 14

Dos apuntes comparativos e incautos: Aira versus Kafka

1. El Dinamitero Loco
Escritores del límite: aquellos que fuerzan la literatura al límite.

Esa escritura se podría rastrear en Franz Kafka, especialmente en el “sí, pero” analizado por Marthe Robert. Una escritura quNegritae no tendría forma ya que ésta se ve desintegrada. Miguel Vitagliano, en un seminario sobre la novela, dijo que César Aira podría leerse como escritura cero (concepto postulado por Roland Barthes, el grado cero vendría a ser la escritura que se arranca la literatura. Así por ejemplo, “yo escribo” sería el primer grado, “escribo que escribo” sería el segundo…) Pero ¿qué quiere decir con esto? Bueno, de alguna manera, que Aira mina constantemente la literatura (según parece, a través de lo chistoso.)

No se sabe con certeza si César Aira tiene un programa, un proyecto teórico. Más bien se presume la ausencia del mismo; pero no por carencia, sino por sobresaturación. ¿Pero es interesante el dinamitero loco? Digamos que podría tener valor porque es un límite. Es interesante a la Crítica Taratológica el escribir cada vez más peor (¿pero es posible esto?)

2. Ley de los Rendimientos Decrecientes versus Ley de la Mejora Continua
Sin embargo, al terminar de leer Cumpleaños de Aira, me pareció que ahí se planteaba una especie de Ars Poética, imbricada en una reflexión existencial risueña. Me interesa su método para destrabar la escritura, su “Ley de los Rendimientos Decrecientes” que bosqueja en este delgado volumen (algo así como un libro de autoayuda para escritores inhibidos.) A esa ley, a su vez, se podría contraponer una “Ley de la Mejora Continua”, a la que más bien, como en mi caso, adscribiría Franz Kafka (con resultado adverso), a partir de lo que se puede deducir de esa entrada en su Diario en la que habla sobre el comienzo. La cito por su maravillosa consistencia:

En el primero momento, el principio de todo cuento es ridículo. Parece imposible que ese organismo nuevo, todavía incompleto y delicado por donde se lo mire, pueda mantenerse vivo en la organización del mundo ya existente, que como toda organización completa tiende a encerrarse sobre sí misma. Sin embargo, uno olvida que el cuento, si su existencia es justificada, ya lleva en sí una perfecta organización, aun cuando no haya completado todavía su desarrollo; por eso es injustificada la desesperación que puede provocar en ese sentido el comienzo de un cuento; del mismo modo deberían desesperarse los padres ante una criatura de pecho, porque nunca tuvieron la intención de traer al mundo ese ser miserable y sobre todo ridículo. Por supuesto, uno nunca sabe si la desesperación que siente es justificada o injustificada. Pero esta reflexión nos sirve en cierto modo de aliciente; bastante daño ya me ha hecho ignorarla.” (Diarios, 19 de diciembre de 1914)

Y todo esto, centrado en el eje temático caro a los concursos literarios, sobre los principios y la engañosa postura de que con un comienzo gancho, se justifica o no el continuar con la lectura de una novela o un cuento. A Aira parece interesarle específicamente “comenzar”, para luego terminar con apresuramiento y desaliño ante el pánico de quedar trabado y a la inmovilidad.
Ante el mínimo obstáculo: adoptar la solución de lo primero que se me pase por la cabeza, un maravilloso destrabe automático como la cola de las lagartijas (postulando una especie de literatura de las soluciones triviales.)

miércoles, julio 1

Un lento retorno al mundo subterráneo



Es increible cómo pasa un año así como así. Cada tanto entro a este espacio, admiro las telarañas que se agitan levemente con mi intrusión. Visito desde aquí a mi aldea (los blogs que me son afectos), rara vez hago un comment allí donde puedo y donde siento el acicate de un párrafo, cuanto menos meditado 2 minutos.

El panorama literario no ha variado en la Argentina mucho más que lo anunciado en el post anterior, por lo menos para mí. La Feria del Libro, a la que concurrí una vez este año, no fue muy distinta de la anterior. Es decir, generalmente, me tientan dos cosas cada vez que voy: las novedades y las charlas de escritores de segunda línea para arriba. La única novedad del 2009, fue el libro de Cortázar (que aún no compré) y los escritores de segunda línea están muy ocupados o muertos, y los de primera, están muertos aunque ominosamente presentes. No encontré sitio para las pequeñas editoriales independientes, lo cual hubiera sido estimulante. Me parece que en esto tiene que entrar el Ministerio de Cultura: en subvencionar estos espacios próximos y urgentes, en políticas de difusión y de estimulación de la lectura temprana; más allá de pagar pasajes en búsqueda de la edición extranjera o ocupar un stand en las ferias exóticas de Franckfurt. Me hubiera gustado escribir un post para el blog sobre la feria que lleva año a año Paula Pampín, pero ¿valía la pena ofrecer otro texto del desencanto? (para textos del desencanto lean el de Alan Pauls sobre Gesell, una decepción sobre la decepción.) Pero por supuesto, la escritura es una forma de terapia, y en mi caso, especialmente, una forma del pensamiento analítico. Así como las ecuaciones fijan movimientos y plantean paradojas a destrabar, la escritura fija el movimiento de nuestro pensamiento, planteando las paradojas de nuestra acotada y subjetiva percepción.

Me propongo revolver mis papeles, estudiar y ampliar mis proyectos. Tengo artículos por desarrollar, apuntes que hacer, dibujos para bosquejar, una nueva novela por escribir. Luego de esta irradiación, alejada de la web, fijada en papel, será cuestión de plantear un nuevo campo de fuerza. El blog es una cantera magnífica, llena de vetas, estalagmitas y estalactitas, conformada en gran parte de ganga que hay que reducir, aunque sus galerías estén siempre a punto de colapsar y desplomarse. Prender la lámpara de mi casco de ingeniero, tirar una soga de teseo, y perderme en los pasillos con el canario al borde de la asfixia (esto suena un tanto doble en su sentido), es lo que más me placería hacer este tiempo.

Un nuevo y perezoso viaje al Blogunderworld.