martes, noviembre 2

El Infinito literario

I
El tiempo infinito: Toda concepción del infinito se muestra acotada desde una perspectiva de escala humana. En el espacio: el vasto gravitar de un universo expansivo (microscópico, de dimensiones enteras, series potenciales); también la fuga material del interior de las cosas que nuestra mirada no llega a intuir (microscópica, de dimensiones fractales, series acotadas). Semejante peso de infinitos, tiene un correlato en el tiempo, ejemplificado tal vez con mejor acierto en los relatos de carácter onírico. De aquí, la innumerable producción literaria que incluye a los surrealistas, el stream of consciosness de Joyce y Woolf, etc.

La novela, marcada por el cronotopo de la “vida”, es el espacio textual que mejor puede dar cuenta de la temporalizad, y es El Castillo de Kafka un buen ejemplo de ello. K es presa de un fluir discontinuo (aunque alud) de acontecimientos que demoran la finalidad del personaje. El cansancio de K se ve acentuado por esa materialidad del tiempo: lento (1 a 1) en el discurso de Pepi, veloz y teatral (película de Chaplin) en la escena del reparto de expedientes en el pasillo. Cada acontecimiento tiene su propio tiempo, todos ellos están en primer plano. Mario A. Lancelotti, en su Teoría del Cuento, escribe: “(...) por un mecanismo que une inexorablemente la instancia temporal a la espacial, lo pequeño se vuelve inmenso, lo más diminuto se torna infinito”. El que espera, es ineluctable prisionero de los acontecimientos; todo se dilata, el rictus más nimio cobra una significancia y una materialidad que linda el presagio (inútilmente creemos manejar ese colectivo que no arriba, pisamos el acelerador y su lógica sigue curvas incognoscibles y fatales. Lógica parecida rige la vida de Orlando, el personaje de Virgina Wolf. Atrapado/a entre el tiempo exterior -infinito- de la Historia y el tiempo interior –infinito- de su cuerpo; y la clave de ello: la naturalidad del sueño, de lo cotidiano).

II
El espacio infinito. Lo desértico: Existe una chatura en el texto, como una larga composición musical de Eric Satie. La genialidad (un maestro de música me lo dijo una vez) está en la irrupción fantasmática de un acorde, allí donde esperabas oír otro en la continuidad de esa lógica armónica. El jazz es la posibilidad de la exasperación, los frustrantes tropiezos de K (de sus lectores especialmente).

III
Lo abigarrado. Los cuadros de Brueghel el Viejo como en su pintura de los juego de innumerables niños, un todo extenso, y de tan abigarrado: en apariencia chato.

Escena de Orlando: el río congelado del Tamesis que se quiebra y, entonces, los náufragos con sus pequeñas historias bogando hacia la muerte. Esa vista campesina, el retablo entre inocente (desde una distancia ausente del narrador Orlando, narrado por su biógrafo, narrado a su vez por Woolf) y enmarcado como suceso aislado en la continuidad de lo intrascendente. Apenas un esbozo de pequeñas circunstancias que se multiplican en otras más pequeñas. Fractal. Multiplicación.
Roland Barthes: El texto es plural, desplegable, de latentes sentidos multiplicados, pronto a dispararse según la lectura atenta. Su definición de la finalidad es la de un correlato, acción que demanda su conclusión. Todo lo demás es una suspensión del sentido, se transforma en una catálisis dilatada según una estrategia argumentativa (maneja el engaño, la mentira, los retrasos, el equívoco: da forma a la espera).
Toda migración de sentido será posible merced a la contigüidad de estas habitaciones de pequeños acontecimientos. Pero... ¡horror!: nos encontramos con habitaciones sin fondo, o simplemente planas, o llenas de gestos indescifrables, o solo espejos o solo cuadros pintando habitaciones.

IV
Lo intransferible. La pensatividad de la Marquesa (marqués es, precisamente, el que cuida los límites) que se abre al infinito por inapropiable o intransferible. Aquí lo imposible de leer, lo real del texto. Hay una lógica del pensamiento que se contrapone al del razonamiento. Lógica del Azar que responda a los acontecimientos del Absurdo. ¿Qué pasa por la mente del Castillo?, se pregunta K y tropieza con un ayudante. ¿Qué pasa por la mente de Kafka?, se pregunta el sano lector y tropieza con un discurso inquietante entre Bürguel y el Agrimensor.

V
Textos arborescentes en infinitos retrocesos de fuentes literarias. En Borges, esta es la operación que fomenta la vaguedad, lo falaz de la autoría. Hay innumerbales ejemplos de ellos en las literatura del siglo XX: las citas multiplicadas del Necronomicón, el asombroso Diccionario Lázaro de M. Pávic, el colage de géneros discursivos, etc.

VI
“...hlör u fang axaxaxas mlö” corresponde a la idea de la luna para los tlöneses australes. Apresar “lo otro” en la multiplicación caótica de palabras, es un movimiento al infinito producto de la pérdida de un lenguaje adánico. Barthes, en su artículo La Utopía del Lenguaje, habla de una realidad cambiante que produce un lenguaje vivo y mimético de imposible captura. Peter Burger explica el carácter divergente de la literatura, en la tendencia de encuadrarla como totalidad orgánica u objeto que difiera de la “actividad humana racional y planificada”. Utópico es el lenguaje-jaula de Tlön, muestra acabada de la imposibilidad de una escritura que acaricie la vida sin apartarse de ella.
Barrenechea: con otro movimiento enunciativo, los adjetivos de Borges quieren dar cuenta de ese “horror intelectual” que fascina en el infinito: lo inacabado o la inmovilización de un gesto. El infinito como una mancha de piedra (en El Banquete de Severo Arcángelo, aquella escena que de cara a las estrellas, se pronuncian cifras inmensas –14- y se sienten aplastados), y pero aún la carrera infinita a la vista de una meta finita. Barrenechea apila adjetivos sustantivos de infinito. Las palabras obran como las cifras así como las metáforas de Chesterton: escalofríos del intelecto.

VII
Lo indecible: El texto trata de apresar lo indecible; el escritor acuña monedas que se acerquen a ese valor incalculable. Una es la paradoja, que solo puede dar cuenta de esa imposibilidad en la contradicción cuya solución se pierde en el punto impropio. La otra es la poesía, esa búsqueda suicida de lo indecible.
Kristeva: Hay en el lenguaje del sujeto poético (a través de lo que Kristeva denomina ritmos frásticos) un intercambio pulsional con el lector (lo otro). Solo lo encuentra en fragmentos, en jadeos, en deseo insatisfecho; una desaparición del sentido en el sinsentido y la Risa (Absurdo). (En la novela Nova Express de Burroughs, las secuencias están mutiladas, el sentido se pierde o, al menos, se disgrega a lo largo de un texto balbuceante.)
Es esto último, lo indecible, el otro rostro de la literatura que no se regodea en el mero horro intelectual o en las apetencias de proyectos estéticos (modelos estructurales para textos Escher); sino en el buceo en la indecibilidad sin culminar en el silencio.

2 comentarios:

PC dijo...

¿Por qué escribiste "Satië" en lugar de "Satie"?
Por qué "stream consciosness" en vez de "stream of consciousness"?

Miguel P. Soler dijo...

Supongo que para darle cierta frescura, cierto efecto de vuelapluma propio del blog a un texto que de por si es puramente exploratorio. En honor a tu lectura puntillosa, sin embargo, voy a corregirlas.
Gracias.-