
Hace un par de horas terminé de estibar a presión en mi mochila, todos los elementos necesarios para mi viaje. Algo siempre irritante, porque el peso debe ser mínimo, y a su vez, no puede quedar nada fuera que implique nuestra perdición o el pasar un mal rato. Un amigo me contó que una noche en el Sur, tratando de dormir dentro de su bolsa, el frío era tan intenso que pensaba que iba a morir. Aún en la suave y helada oscuridad que lo hospedaba, fijaba su mirada en una leyenda impresa sobre la tela de su carpa, que decía (junto a la composición del material): "cuidado, mantener lejos del fuego". Le parecía terrible morir leyendo esa frase: el calor negado.
Por supuesto, la experiencia de mi friolento amigo Tomatis en campamentismo era mucho menor a la mía, ya que éste debe ser mi décimo viaje a la Patagonia en carpa. Los compañeros de laburo no comprenden que mis vacaciones pasen por el esfuerzo, la privación y el humo que todo lo impregna y desodoriza. Pero bueno, sobre gustos no hay nada escrito.
Estuve hace un par de años en las Torres del Paine. Hice el maravilloso camino de ascensos y descensos que enlaza el Refugio Frey con el Jacob en tres días. Me quedaba por conocer el Fitz Roy, en el Parque Nacional Los Glaciares. Y hacia allá voy.
Entretanto, pensé como muchos otros bloggers, dejarles a los ocasionales y fieles lectores de Dural, algún cuento de mi autoría, o mucho mejor aún, de algún escritor de mi agrado. Pero como uno no quiere agregarles peso en sus mochilas de la inmediatez y el clickeo incesante, me daré el gusto de pedirles algo. . .
Cuentenme algo que les haya pasado como campamentistas o como viajeros. La única condición, es que esa anécdota que me cuenten, que les haya pasado a uds. o algún amigo, les haya resultado: extraña, inquietante o peligrosa.
Extraña, inquietante o peligrosa.
No tiene porque ser a lo Ian McEwan. Yo personalmente tengo varias, y tal vez sume alguna más. Ya les contaré a la vuelta.
Nos vemos.-