martes, mayo 8

Un microscopio sobre el Ulises de Joyce

¿Qué es la literatura realista?

¿Qué es el realismo?, ¿qué es la realidad? (me pregunto con Virginia Woolf desde “Un Cuarto Propio”)

Por ejemplo, en el Ulises de Joyce. Más de un crítico se vería en una situación difícil teniendo que afirmar que no es un texto “realista.” Pero si pensamos que la realidad está conformada tanto por el macrocosmos como por el microcosmos, es decir: la deriva de los planetas, las paradojas que enlazan agujeros negros y pulsares, la materia oscura como posibilidad, o bien: la multitud de las bacterias que se aprietan en una papila gustativa, los osos de agua durmiendo panchamente a través de los siglos en cuartos propios de milimétrica precisión, todo eso que nos es inabarcable, lo que se fuga hacia la centésima o hacia los pársec: ¿son éstas también entidades que representan la realidad? ¿No intuimos una dimensión “fantástica” en esta invisibilidad, sólo traída hasta nuestra visión incrédula a través de vidrios pulidos con perfecta curvilinialidad óptica? ¿Lo que se ve, es en lo que creemos “realmente”? James Joyce resuelve a partir de la forma del Ulises esa fuga, apretando entre los intersticios de un día común en la vida de Leopold Bloom, toda esa dimensión infinitesimal que comunica al microcosmos, al tiempo de Zenón. Es la cuña de lo “fantástico” la que, pródiga en intertextualidades, juegos de palabras y de estilos parodiados, abre la novela como una termita múltiple, dando porosidad a una trama cotidiana, y por ende, trivial. Ocurre una destrivialización a partir de una bacterización. La novela se va libando desde una óptica microscópica (como lo era la letra manuscrita de Joyce: mínima, es decir, la típica filigrana de un miope que acerca la vista al papel), mostrando las bacterias que, ese personal fluir de la conciencia, les permite medrar en los segundos del devenir, en la medianía de lo cotidiano.

La novela se vuelve tan porosa, tan habitada de un microcosmos bacteriano, que se torna sustentable como una balsa, pero a punto de ser carcomida por el tiempo, por el uso surffer del lector. Se sostiene únicamente por ser caja de pandora, por favorecer un microclima de personajes fantásticos en sus intersticios. Lo fantástico, esa cualidad dimensional de la realidad, es lo que la sostiene a medida que amenaza su supervivencia (se sustenta más una madera porosa que una maciza.) Mientras se la piense dentro de los límites de la realidad, no será agujereada de dolencias que la sumerjan transfigurada en pura sustancia fantástica.

Hábil artilugio o coartada de los realistas: algo que se sostiene en el medio tan sólo por su autoafirmación como “real”.

[Ejercicio de lector. Si el Ulises es una novela que se construye desde una microdimensión, ¿cual será esa novela que lo haga desde una macrodimensión? ¿La novela de un hombre cuyo transcurrir en la trama se vea abierta a una tiempo eónico, a un espacio en años luz? ¿Y que además se “quiera” realista?

A mi mente acude en esta hora gesellina, apretado de calor a medida que escribo este post en un cyber, una novela de Vladimir Nabokov: “Cosas Transparentes” (Transparent Things)]

Febrero del 2007. Villa Gesell, Costa Atlántica.

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