martes, febrero 21
Ejercicio con un fósforo
Puedo sostener una llama con los dedos, siempre y cuando, sienta el frío de mi alma recorrer cada ondulación del fuego; ahuecado en mi aliento, contenido en mi aire: traduciéndose, poco a poco, baile a baile, en una delicada forma de hielo, en una móvil y vibratil estalactita; y luego, por supuesto, la carbonización: único y destructivo final posible, sin poder contener el grito de dolor, el chamuscamiento, la poesía silenciada, el romanticismo imaginario que no escapa a las leyes del universo, contenidas en esa cabecita primero roja, luego llama y al fin ardor. ¡Quema! ¡quema! y yo soplo, soplo.
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1 comentario:
miro el fuego, me consumo en la llama... el dedo se quema, el grito me sacude y me despierta del sueño que me había llevado a alemania.
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