lunes, marzo 13

Roberto Arlt o Las maquinarias de la angustia

Toda experiencia de angustia "existencial" puede resolverse a través de un simple movimiento mecánico.

Historia de dos suicidas:
1. el que opta por un revolver, sabe que todo problema se resuelve en el movimiento mínimo de un mecanismo de gatillo. Basta un ajustado esfuerzo muscular, una articulación milimétrica del dedo índice sobre el dispositivo. Todo pensamiento angustioso (la indecisión, el gangrenoso temor a la muerte) se concentra puntilloso y analítico en ese diferencial de tiempo muscular. Todo escape a las mil presiones de una atmósfera infernal, se reduce a la ecuación mínima de un movimiento articulado. Nada merece mayor atención que un acto sencillo y claro, una resta perfecta.

2. Quien optase por un salto al vacío (otro impulso leve, mínimo y alado, de suspiro en los suspiros) ofrece un reto a la indiferencia, simultánea y/o alternativa, de la Nada y de Dios. Sólo tendría sentido la existencia, si se quebrara aquello que rige las opresivas leyes de lo cotidiano. Que con el salto (como el salto de Leucada leopardiano), pudiésemos volar. Siempre en el movimiento mínimo hay una fugaz esperanza, un acierto de pase mágico. Como si fuese el clic de una botonera que resuelve todo lo que nos exige esfuerzos sobrehumanos.

Por eso Erdosain, en "Los Siete Locos", piensa en la Angustia como una nube cúbica, de definidas y regulares dimensiones, que a 2 metros de altura del piso, recorre la ciudad. Si encontrase las leyes mecánicas como las que rigen el desplazamiento de una nube, si pudiese reducir a simples ecuaciones esa compleja concordancia de efectos que permiten la angustia, podría evadir sus ataques sistemáticos.

De la misma manera parece pensar, ese personaje obsesivo y jugador que es Ergueta, el farmacéutico: poder encontrar las reglas del Azar, simples y mínimas, que nos convertirá en millonarios (Ergueta mismo asegura haberlas encontrado en la escena que Erdosain va a pedirle dinero, y la define como "La ley de sincronismo estático")

La estrategia es dominar la certidumbre lógica de los modelos, su autoafirmación paradigmática como podría decir Kuhn. El Astrólogo es un kuhniano teórico y, a la vez, acomodaticio y pragmático, el que ve como un ajedrecista el entafilado de su espacio de operaciones, donde cada escaque determinan lugares de exclusión entre uno y otro personaje convocado. Hay un hiato difícilmente salvable entre un casillero negro y otro blanco. Quien es decente no puede imaginarse mintiendo, y el mentiroso no puede imaginarse siendo decente. Pero quien se mimetiza oscilatoriamente entre uno y otro rol, se mueve dimensionalmente como el caballo. La cuestión es diseñar el preciso engranaje entre dos movimientos diferenciales. Aquí radica la potencialidad, la fuerza tensional contenida en el salto. El quebrar los embrujos implacables de lo cotidiano y la vida urbana.

Conversación entre Erdosain y El Buscador de Oro: éste último le dice a Erdosain que el Astrólogo transforma una mentira insignificante en una mentira elocuente, trascendental: sustancial diferencia entre una mentira de patas cortas y torpes, cojeando en su corta visibilidad; y una mentira de patas cortas que pega saltos y corre como un endemoniado hacia un espejismo grandioso y lejano como si fuese la salvación final.

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