jueves, noviembre 5

Sueño Blanco

Sé que suelen aburrir los sueños escritos (lo que por otro lado, no ocurre con los narrados oralmente), pero seré breve y éste, en particular, tiene una vinculación sutil con lo real (lo que lo potencia) que podrá interesar. Ayer por la noche, apenas quedé dormido de cara a las anchas persianas soñé. Estaba en una especie de pasillo blanco, luminoso como la vía láctea, avanzando hacia algún lugar indiscernible ya que la blancura lo inundaba todo. No era un túnel (vade retro victor-sueristas y analistas freudianos), sino un pasillo prismático, casi levreriano. Y hacia mí, digamos que avanzando en dirección contraria, venían cloqueando asustadas gallinitas blancas de crestas de un rosa incoloro y patas de un amarillo huevo (bosteros abstenerse, soy del diablo). Asustadas, como si escapasen, aleteando súbitamente suspendidas en un vuelo torpe, confluían hacia mí de a decenas, con lo cual me llevaban a tener que evadirlas protegiendo mi cabeza con los brazos y moviéndome como un anti-arquero. Venían muchas, arrastradas por su pánico, como si estuviesen en una cinta transportadora. Pero mi mente insueño, lejos de estar sorprendida, rumiaba una sola idea, un objetivo urgente: ¿cómo iba a poder capturar alguna y estirarle el cogote de un certero movimiento?, ¿cómo iba a poder desplumarla y cocinarla en ese lugar? En esos reflexivos momentos comencé a despertarme, y como en un entresueño, nítidamente el disco acebrado de la luna brillando a través de la persiana, sumergiéndose en un halo azulado que cambiaba su forma como un charco móvil, borroneando el disco en distintas direcciones. Pestañeos más tarde, pude enfocar la escena con la imprecisión de mi vista sin lentes de contacto. Me quedé unos segundos admirando la luna real como una vaporosa mancha tras las persianas y el cortinado de sombras.
Finalmente, me levanté y fui al baño pensando: qué sueño loco y que poca cosa para un cuento o una narración. Pero lo real es que lo había soñado de cara hacia la luna, y no podía descuidar la posibilidad de su influjo soterrado. Entonces recordé a los hombres-lobo (una conexión, después de todo, literaria), cerrándose con la imagen de las gallinitas, la blancura lunar, la necesidad de cazar civilizadamente. La luna no estaba llena y mi interpretación es sólo una relación de causas y efectos literarios. En el sueño yo no era un lobo, ni me sentía como tal. "Lobo" sólo es un eslabón perdido entre el influjo (¿real?) de la luna recortada por mi persiana en un piso catorce y un sueño curioso y ridículo (a la vista de la vigilia).
Tal vez después de todo, haya una especie de influjo de la luna, así como lo hay en las mareas oceánicas. Lo extraño viene de reflexionar y tratar de descubrir qué clase de influjo operó en mí, y la sutileza imaginaria con que lo hizo. Un misterio que tardará lo que un post descriptivo en desaparecer de mi atención.
Qué poco sabemos de la noche...

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