
En el monstruo argumental y estilístico de Contraluz (una literatura de izquierda y de derecha trabajando al unísono como el cerebro aún no invadido por el pánico cirrus de un piloto), por ahora aprecio la ductibilidad y la libertad de un tipo que edita lo que quiere, con sus aciertos, sus complejidades y sus riesgos. Un escritor extremo bancado por un editor extremo. Eso es lo más envidiable de Pynchon (al menos para mí): el uso y abuso de los seis grados de libertad que habita como Skip, la centella parlante. A pesar de ser un libro excesivo, a veces moroso y a veces intrépido (veáse los lectobioritmos trazados por Martín Cristal en su blog como ejemplo), es obvio que discurre de una manera controlada y orquestada, casi jazzisticamente (es decir, hay estructura e improvisación habitándola). Es una turbulencia congelada de difícil navegación, pero imbuida de un espíritu juvenil y apasionado.
Hay dos fuerzas primarias en mi lectura (una simplificación, de alguna manera, de ese espectral lectobioritmo que por cada lector es distinto y único, ya que depende de contingencias externas e internas: colectivos y traslados, sueño atrasado, lecturas juveniles y futuras, el peso mayor o menor del ejemplar inmanejable, la traducción agreste, la infame y mezquina dosis de tinta en la impresión editada para empobrecidos lectores de papel): cada vez que aparecen los Chicos del Azar, el libro remonta vuelo, se insufla de aire y levedad, de imaginación y belleza. Cada vez que aparecen los Traverse (salvo Kid, ya que enlaza con los Hazzard Kids), el libro se hunde, se hace de piedra y aletarga, se hace predecible anclado en las entrañas sólidas de la tierra. Dos generos en pugna: el aéreo de la literatura juvenil versus el pedestre del western. Mi lectura es una primera aproximación, envolvente e imprecisa: como toda integración simplificativa de funciones tan irregulares como un lectobioritmo de Cristal.
Como background para mi navegación, me doy cuenta paso a paso como quien reconoce el paisaje de una pesadilla recurrente, me basta por ahora mi gran caja de apuntes de la UTN (que descansa sólida en un armario de la casa de mis viejos). No me extrañaría que Pynchon escriba desde una caja parecida en algún lugar bilocalizado.
2 comentarios:
leo vineland de pynchon, me gusta, probaré con el mamotreto que recomiendas, si es malo, voy a ir a verte y te voy a cagar a trompadas.
Raul, si te gusta Vineland que es la novela más flojita de Pynchon, no creo que tengas de que preocuparte. De todas maneras, podés venirte cuando quieras: acá en la capital vivimos armados. No te olvides de traete unos vinitos.
Un abrazo.-
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