martes, octubre 4
El Regalo de Pandora
¡Oh, sorpresa!, su novia no parecía guardarle rencor por la escena de la otra noche. Evitaba aún la vergüenza de reconstruir el hecho en su mente. No habían bastado caracoleantes argumentos, tentativas caricias, raptos de mal humor e indiferencia; todo para terminar cayendo en una confusa posición: ella, bella fruta arrebolada casi desenvuelta; él, feroz inequívoca intención de penetrar. Obviamente, ésta no era la buena imagen que intentaba fijar para sí mismo: “¿nena, no te diste cuenta de que había amor en mi pedido?” Y sin embargo, días después todo parecía renovarse ante esta imprevista sorpresa, ya que hoy cumpliendo dos meses, ella le ofrecía una voluminosa caja envuelta para regalo: brillante y cúbico en lazo azul. Aceptó primero desconcertado y luego lujurioso al saber, por sus dulces palabras, que dentro encerraba “la llave de su cuerpo, la fruta de su amor”. Con una sonrisa, desató el lazo y comenzó a despegar las cinta adhesiva cuidadoso de no rasgar el papel, sin dejar de asegurarle que los guardaría en su cofre de recuerdos amorosos. Finalmente abrió la caja que en forma tan delicada había desnudado, para mirar entre divertido y burlón el interior. La dulce mirada de su novia brillaba humedecida, y una sonrisita pícara le iluminó el rostro. Había otra caja envuelta, idéntica pero más pequeña. “Un clásico”, pensó evitando el comentario que le hiciese perder de nuevo todos los puntos; así es que no tuvo mas remedio que salir, para abrir y atisbar dentro de la caja más chica. Pero entrando, predeciblemente, descubrió que había una más pequeña aún; por lo que hubo de salir de nuevo, para entrar a una más diminuta; ¡pero carajo!, y pegó un salto afuera con muscular exasperación para caer nuevamente en lo que parecía una eterna trampa rusa, una espantosa Caja de Klein: desatar un lazo azul, rasgar una brillante envoltura, salir para que adentro tenga que desenlazar y rasgar y salir para que adentro...
¡Esperanza!, ¡Madre de las Pestes, Acicate de los Ingenuos! Y la risa de su novia cada vez más lejana; y él sin saberse adentro o afuera, intermitente y feroz.
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3 comentarios:
bah..! vaya solemnidad ensortijada. A mi me gustaria que me regalaran eso.
Llenaré mi casa de cajas y ataré un lazo azul en mi cabeza. Me disfrazaré de muñeca rusa y jugaré con el tiempo.
Una vez y otra, empezar terminar y volver a empezar.Con las ganas redobladas cada vez, con la ansiedad multiplicada frente a cada caja. ¿qué serà tan pequeño y tan valioso?,¿qué tan simple y tan sintètico?. Desnudarla/lo y encontrarla/lo revestido/a. La promesa se sostiene en el precipicio de la espera, del suspenso, del vèrtigo.
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