martes, septiembre 27

Los yao-yao de Edgar Allan Poe

Cada tanto tiempo, uno debería volver a leer a Edgar Allan Poe. No sólo porque varios decálogos de cuentistas como Quiroga o Bolaño lo tengan por ley, sino porque a través de su lectura se reviven los escalofríos deliciosos que produce un imaginario nocturno. Releí hace poco sus mejores cuentos, atraído por razones compositivas: buscaba ciertos escalofríos, como rayos arborescentes y acoplados, para reproducirlos a mi modo y según espectros controlados.

Recuerdo cuando lo leí por primera vez. Tenía 12 o 13 años, y me habían prestado el volumen "Historias Extraordinarias" de Bruguera, con la expresa recomendación de "No leerlas de Noche". Recomendación atendible pero insuficiente para mí, ya que tenía por costumbre leer antes de dormir. La tentación era grande, y no me parecía que fuese a afectarme tanto. Me acosté y abrí mi libro bajo el cono de luz de una lamparita que sumía en sombras la habitación y el living. Mi hermano menor dormía placenteramente. Elegí el cuento más corto. Mala elección: se llamaba "El Retrato Oval".
En ese cuento breve y clásico, el narrador se refugia en una casona abandonada, y presa de la fiebre, se recuesta en una cama a fin de conciliar el sueño. Desde su lecho, y a la luz oscilante de una vela, atisba en un nicho no advertido de la habitación, el retrato de una mujer que le produce escalofríos. ¡La pintura está viva y lo observa desde la oscuridad! Por supuesto, no terminé el cuento. A partir de aquella noche continué leyendo a Poe a la luz del día.

A pesar de las líneas ya clásicas de sus cuentos, hay detalles que Poe introduce en sus ficciones que, siendo inquietantes, evidencian la huella personal de un imaginario múltiple y potenciado. Detalles que bien podrían no estar en el cuento, como si fuesen un reloj anómalo con su propia microfísica eficaz (muchos escritores lo producen: yo los llamo yao-yao, porque se abrazan al árbol de la trama, como un fruto anómalo y parasitario, pero "dulce-dulce" al lector.)
A continuación, los yao-yao de E. A. Poe:

* El crecimiento granular del maderamen del buque fantasma, en "Manuscrito encontrado en una botella", antes de sumirse en las entrañas polares de la Tierra.

* El carácter anticipatorio de la lectura, descargando y amplificando los sentidos (auditivos, en este caso) en "La Caída de la Casa Usher". (En "Respiración Artificial", Piglia imagina estas anticipaciones, pero dándose en forma demorada, como si la ficción escribiese la realidad. Poe las plasmó en su relato dándose en forma simultánea.)

* Los nombres mortecinos de Berenice, Morella, Eleonora y Ligeia: hermosas mujeres engarzadas en materia oscura. Y el cambio de nombres propios, que una vez traspasados al otro lado, se dan a los muertos, conversadores eternos: Eiros y Charmion, Monos y Una.

Y ciertos detalles que establecen resonancias constructivas:

* La brillante composición de "El Hombre en la Multitud", tantas veces analizada. El abrigo de las masas, la indiferenciación o el ansia de la mímesis. Un infierno privado, dinámico e incesante (puesto que el viejo sólo puede ver la multitud, el fondo indiferenciado, no ve al narrador cuando se choca con él, porque éste es también otro hombre en la multitud.)

* Las similitudes técnicas entre "Tripas" de Palahniuk y "Entierro Prematuro". Ambos comienzan con un anecdotario de casos parecidos entre sí y verosímiles, para preparar la experiencia personal y horrorizar con lo que se va a contar. Por su parte, Poe introduce una crítica a lo grotesco cuando no está enraizado en lo real: “Hay ciertos temas de interés absorbente, pero demasiado horribles para ser objeto de una obra de ficción. El mero escritor romántico debe evitarlos si no desea ofender o desagradar. Sólo se los usa con propiedad cuando lo severo y lo majestuoso de la verdad lo santifican y los sostienen. Nos estremecemos con el más intenso de lo “dolores agradables” ante los relatos del paso del Beresina, del terremoto de Lisboa, de la peste de Londres y de la matanza de San Bartolomé, o la asfixia de los ciento veintitrés prisioneros en el Pozo Negro de Calcuta. Pero en estos relatos lo excitante es el hecho, la realidad, la historia. Como invenciones nos inspirarían simple aversión.”
"Entierro Prematuro" es, a pesar de su tema, el cuento positivo de Poe, así como el "Diálogo de Cristobal Colón" es el de Leopardi.

Este fin de semana, fuí a la multitudinaria performance o caminata nocturna dentro del Cementerio Recoleta que convocó CRUCE. Chupé frío (tal vez por el mármol excesivo o por el frío que emiten los muertos, no sé), me cansé de estar de pie durante tres horas haciendo la cola, me asomé a los vidrios oscuros de las criptas atisbando los vitrós y los susurros inaudibles, las emanaciones invisibles.
A veces pienso que un libro, una historia, que no debe leerse de noche (¡pero que es ineludible no hacerlo sino nictálopemente!), concentra en un pequeño espacio un poder incalculable que nos impresiona de por vida, como una huella ectoplásmica indeleble y permanente.
Ever More.

3 comentarios:

Selfish Fish dijo...

Hey gracias por la visita allà.
Yo leì algo de Poe, y la verdad me debo estar perdiendo de algo , pero no me gustó nada.
Temo no haber captado nada jaja
Lo voy a intentar otra vez, como con el Principito.
Nos leemos!

paula p dijo...

m. definitiva ganadora: Ligeia.

Jorge Alberdi dijo...

Hernán:
me llevo pa'mi blog:
'hermosas mujeres engarzadas en materia oscura'
graciasche!