lunes, octubre 31

Estudio de la dinámica de los fluidos oceánicos



1.

Tu leerás ese artículo de la revista diciéndote que necesitas un descanso, una distracción de lo que hasta esta noche (la última anterior al examen final que estás preparando) te parecía una continua presión en la memoria. Y entonces, de hojear esa tonta revista de divulgación científica, llegarás a ese párrafo del artículo que parece conjurar el silencio que te rodea:

Está demostrado experimentalmente que los delfines (...) han logrado desarrollar un idioma propio que les permite comunicarse entre sí. Las investigaciones efectuadas sobre esta especie de mamíferos acuáticos han establecido que el delicado y complejo sistema que utilizan para entenderse está formado por una serie de silbidos, de duración e intensidad variables, que emiten por medio de su aparato respiratorio, situado en la parte superior de la cabeza.
Hasta el presente se han logrado aislar 32 de estos sonidos, aunque no se ha conseguido averiguar su significado.
Entre las numerosas experiencias realizadas, destaca la llevada a cabo en Estados Unidos durante 1961. En aquella ocasión se logró que dos individuos, que se encontraban en dos recintos diferentes, mantuvieran una prolongada conversación durante una hora a través de micrófonos y altavoces instalados en sus respectivas piscinas, desde las que en ningún momento pudieron verse entre sí.


Levantas la vista cansada; no dejan de abrumarte los apuntes y libros que se encuentran desparramados sobre tu escritorio. Bajo la luz del velador, las cifras y ecuaciones se entrelazan en un tejido difuso. Pero ya no puedes echarte hacia atrás, por más que no alcances a estudiar todos los puntos del programa de Mecánica de los Fluidos I. Volverás a revolver y sumergirte en los problemas de tuberías y vórtices, en las condiciones de contorno, en las integrales de Laplace. Tu mente resbalará sobre las curvas de los perfiles aerodinámicos, agobiada por el esfuerzo de controlar todos los parámetros: presión, velocidad, caudal, densidad del medio fluido (usualmente agua o aire). Pero no podrás evitar el fastidio de tanto esfuerzo y convenciéndote de que en realidad sabes casi todo, y que al momento de sentarte a ejecutar el examen todo surja como un manantial de tu memoria, vuelves a hojear aquella magazine. Treintidós sonidos distintos constituyen un alfabeto más rico que el nuestro, piensas. Después de todo, los delfines son criaturas fuseladas hendiendo los fluidos del aire y del agua, casi como perfiles articulados que se favorecen de las corrientes y las mareas.
Luego fijarás tu vista en la pintura suspendida entre penumbras, colgando de la pared. Aún en la ingenuidad de sus formas, parece un encuentro fantástico de criaturas erguidas sobre la superficie de un océano caracoleante. Los trazos y colores persiguen curvas continuas donde se mimetizan los personajes de un cuento infantil. Allí están todas las curvas que tu estudio pretende explicar y predecir. ¿Cómo aplicarás tus condiciones de contorno en aquella escena fluida y congelada, para calcular todos los posibles movimientos futuros de sus navegaciones?
Piensas que será mejor tomar una ducha de inmersión para relajarte. Sientes los nudos en tu espalda contracturada, y no tienes quién pueda hacerte algunos masajes. Te diriges al baño y dejas correr el agua a través del grifo de la bañera, hasta que se caliente. Haciendo la conveniente mezcla, buscas la temperatura adecuada para tu cuerpo. Te desvistes cansinamente mientras de tanto en tanto te espías desde el espejo del botiquín. Sumergido hasta el cuello, tu cuerpo percibe el erizante cambio del medio fluido. Cierras los ojos, y a tus oídos llega como un eco múltiple el respirar sumergido que recorre tus pulmones, y sientes que te extiendes soluble en el agua. Llegan a tu piel las vibraciones y presiones de los movimientos del líquido, sus murmuraciones soporíferas. ¿Podrías acaso escuchar y entender el lenguaje de los delfines? ¿Distinguir al menos una decena de sus palabras sónicas? Piensas en aquello de que los esquimales tienen distintas palabras para los blancos. Allí donde nuestro lenguaje sólo capta un color, el de ellos captura un reino de grades y variados matices, como un nuevo espectro de sensaciones ópticas. En tu visión de párpados cerrados emerge hacia ti el dibujo que poco antes habías admirado. Aplicando las condiciones de contorno que exigen tu estudio, despiezarás la escena como un puzzle, y en sus pequeñas formas catalizarán los significantes de un idioma para ser utilizado en los océanos. Tus sentidos se difunden como una red, para apresar el fraseo que recorre las aguas y los abismos. . .

2.

Algo comunica el océano y el espacio, algo de todo este movimiento sumergido exige a sus criaturas la pericia de los vuelos. Existen varias formas de desplazarse por sus curvas:
a.- Peces que nadan zigzagueantes como anguilas, doblando elásticamente el cuerpo de un lado a otro, dibujando formas de ’S’ que borra el agua tras sus huellas.
b.- Manta Rayas que baten sus anchas aletas pectorales a guisa de alas y como un volátil ensueño suspenso en el agua.
c.- La luz de las constelaciones que vibra, viborea y se derrama en antigüedades insondables. Salta al vacío, salpica de estrellas, se desgarra absorbida por la succión implacable de un agujero negro, espantoso Maelström.

3.

Abajo . . .
. . . profundo . . .
. . . profundo . . .
. . . profundo . . .
. . . profundo . . .
. . . hacia el fondo del mar.

Sientes una oscura presión en tus límites de flecha surcando desconocidas atmósferas. Oscuro, muy Oscuro. Pálidas estrellas flotan distantes, una nube gaseosa espiralada te rodea y se fuga serpenteando. Monstruos abisales sostienen faroles, de los cuales una luz derramada en azul fosforescencia, muere congelada. Tu cuerpo se transparenta, queda una cáscara tornasolada, y en un diamante somnoliento se agita apenas una trémula gota de aire, un recuerdo de la respiración volátil, una bruñida antigüedad de naufragios convocados.

lunes, octubre 24

Vencimientos / El miedo a los fiscales

1.

Leo la colaboración de M. Tomas en Kaputt: Libros con Vencimiento. Un post trasladado, mayormente.
Vuelve a surgir el tema de escribir para los contemporáneos y dar fiel retrato de una época, mezclado con nuestros cambios climáticos como lectores. Puede que haya libros con fechas de vencimiento, pero más bien pensaría en lectores con fechas de vencimiento. Sutil y necesaria distinción. A veces uno vuelve a libros que creía haber clausurado, o que determinada corriente crítica había apartado de nuestro camino con cierto dejo despectivo o revisionista.
Tambien, creo, hay que considerar que gran parte de la fuerza de permanencia de ciertos libros, independientemente de dar fiel reflejo de una época, está en que fueron escritos para el futuro. Es decir, vectorizados con la información genética del pasado, pivoteando en el presente, para lectores futuros. Aquellos que hayan vencido prejuicios electivos, los más detallistas, los que vuelvan y desplieguen, los que deformen con propia huella, el reino utópico de uno mismo.

Pensado desde el punto de vista del lector con capas de vencimiento variable, no es díficil entender porqué leer Asís hoy, y no a Gombrowicz. Eso explica de alguna manera (y sin querer ofender a nadie), el que a veces, al volver cansado a casa con ganas de alisarme el pensamiento, me ponga a ver Tinelli u "Hombres de Honor" a la hora de la cena. Esto no sólo evidencia que no tenga cable, sino que expresa la tendencia de una época: la necesidad acuciante y cada vez más perentoria de alisarnos el pensamiento, de buscar un refugio lejos de las complejas y simples preocupaciones de los días, en la Argentina, en el Hoy (recuerdo que una compañera de laburo decía: "lo miro para no pensar".)

Pero bueno, hay épocas para la concentración y épocas para la dispersión. Lástima que cada tanto, medren los repositores, imprimiendo fechas de vencimiento u ordenando góndolas a fin de hacer más visibles ciertos productos por sobre los otros ("acá, señor, a su izquierda los más sabrosos y elaborados; acá, señora, a la derecha los más light".)


2.

Hoy, particularmente, estoy muy cansado porque ayer trabajé como autoridad de la mesa 5576, así que sepan disculpar si sueno un poco exigente o poco delicado. Ayer fue divertido, dentro de todo, y también fue agotador. Veo que los post temáticos acerca de las Elecciones, se multiplican, divergen o convergen con experiencias y anécdotas ad hoc, símiles y divertidas. Lo que me sorprendió, luego de haber hecho el Curso Instructivo en el CGP el Jueves pasado, y de la encerrona de las chicas de la mesa femenina a la hora del escrutinio ayer, fue el Miedo a los Fiscales. Pensaba escribir un post cuasikafkiano de estos personajes, que como cuervos intrigantes, a la vez que se picotean entre sí, se juntan como un abanico oscuro y compacto sobre el pobre entendimiento del presidente y del suplente. Fue extraño ver que la mayoría de las consultas de los que iban a ser autoridades de mesa por primera vez, era más bien sobre qué hacer con los fiscales que qué hacer con la gente que viniera a votar. Luego la etapa del escrutinio fue especialmente agotadora.

En definitiva, entré a las 7:05 y salí a las 21:00. Un montón de energía quedó en la urna. Como esos generadores eléctricos que no sabemos a dónde conducen y qué abastecen: tal vez una perqueña bombita de azulado y neónico respirar, o las inmensas aspas de una noria herrumbándose.

jueves, octubre 20

Un Fin del Mundo

Escribir bajo el hielo, tal vez. O bajo las mareas sólidas de los témpanos: sólo el ligero rugido de los glaciares deslizándose sobre mi cabeza, amurallado en mi cárcel de vidrio. ¿Qué se pretende del roce del alma?: ¿la ensoñación de los ángeles? Esto es más difícil de lo que parecía (los trayectos por el sur son largos y necesito una carpa igloo; estar dependiendo de la necesidad, de la improvisación.) Sin lugar a dudas, mis dudas me sumen en la desesperación. De aquí se observa una cúpula como un puñal erguido, una tensión muda hacia el cielo silente y esponjoso. Si hay algún descubrimiento que haya perjudicado nuestros sentimientos trascendentes, es aquel que llenó el vacío con la materia. Los gases etéreos comprimiendo las esferas, el juego articulado e incognocible del movimiento infinito de los astros. El vagar sin más límite que la propia muerte, hacia las estrellas muertas, de luz ambiguamente antigua.

Es ésta la tristeza de los viajes. El vagar en pos del último rincón dónde nos espera el término de todo viaje y de toda promesa. Y encima, uno debe desplegar mapas y recomendaciones, a fin de poder elegir en nuestro azaroso destino, los paisajes más radiantes a nuestra oscuridad que los va tragando en sus ópticas blindadas.
Porque cada uno de nosotros es un fin del mundo: autónomo, equidistante y equipotencial.

Un zurear de ave atardecida quiebra el silencio; también, de tanto en tanto, el accionar electromagnético de la puerta de entrada, para dejar ingresar un nuevo compañero de extranjería visitante. This is the World. Nuestras agonías entredichas, bisbiseando quedamente entre los intersticios de nuestras lenguas mutiladas. "¿Dónde está la belleza para que la sienta en mis rodillas?"

Pronto prepararé mis cosas para darme una ducha. Aquí en el patio del Albergue Estudiantil, este cielo tan distinto (a sabiendas de que es un cielo cortado por la Cordillera de los Andes) se enfría delicadamente hasta entumecer mi sonrisa triste de quién comprende una situación absurda. Me gusta escribir mientras la luz va cediendo a la Noche. Todo se va aligerando, casi transparentando. Todo se diluye en la inconsistencia de lo visible. ¿Es esto real?

A veces, necesitado de anclar los fantasmas que vemos y sentimos, los catalizamos en la escritura. Agujas dulces y dolorosas, crujiendo los caparazones y espolvoreándose con el pigmento pulviscular de las alas de mariposa. ¿Cuál es nuestra diversión? Sacar fotos, decir que Chile existe y se aprieta entre montañas y el océano. Esta confabulación internacional que me ha llamado a darle vida. En el momento que el avión hacia la maniobra de aproximación, trasvasando maravillosamente las montañas, me dije que había descubierto y fundado Chile. Que todos esos presupuestos, visiones relampagueantes, citas literarias y lingüiscentes, habían confluido en esta visión: Santiago de Chile; con la Alameda surcada por colectivos amarillos, este canto atropellado en la voz, la blanda insistencia de lo colonial: antiguo y derruido.

miércoles, octubre 19

Cita para The Piro Project

El hombre permaneció inmóvil durante un rato, al fin se sirvió otro café.
-¿Por qué crees que será esta noche? -preguntó la mujer.
-Porque sí.
-¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?
-Quizás porque nunca fue 19 de octubre de 1969, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano, y que nunca llegarán a tierra.
-Eso también lo explica, en parte.
-Bueno –dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?
Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.

Ray Bradbury, La Última Noche del Mundo, en "El Hombre Ilustrado"



[Esta cita del triste y dorado cuento de Bradbury, con su fecha sincronizada con la actual, pero 16 años después (el fin del mundo siempre se reactualiza, se resetea como una gracia divina), pensada para la propuesta de Guillermo Piro: Los Días Contados]

sábado, octubre 15

A propósito de "Carta al Padre" de Kafka




Juan José Saer, en su artículo publicado en el suplemento Cultura La Nación el 26/02/02, aprecia la necesidad (que condice con la estética que Kafkka cifra "en la imposibilidad" de la comunicación o del encuentro), de que La Carta, si bien tiene un destinatario cierto y próximo: Hermann Kafka, su padre, no le llegue jamás.

Sin embargo, La Carta tiene su mensajero: Max Brod; su sistema postal: la literatura; y su parabólica transmisión y ruta: la sobrevida. Si bien, emisor y destinatario se hallan ausentes del mundo, los ecos de esa comunicación perduran de este lado (en sus lectores.) Cabría imaginar que un buen día llegue la carta a puerto, el mensaje sea entregado, haya acuse de recibo. Bastaría imaginar: transmigración, comunidad de las almas, resurrección, afantasmamiento de la carta, encuentro en la transparencia incorpórea de una habitación contigua a la vida.




[Post que puede pensarse enlazado con el anterior, y que fue escrito, en su momento, diagramando el nudo secreto de "NS": mi pequeña novela demorada.
Pensando en sistemas postales como la literatura, imagino que esa "Carta Robada" que en el cuento homónimo de Edgar Allan Poe no deja de estar cerrada sobre la repisa y ante nuestras narices, pueda ser La Carta de Kafka. También, en esta cadena de asociaciones metatextuales, pienso en el correo Tristero de Pynchon: secreto y jamás leído, siempre esperado, ese lote 49 que se roba a la lectura en el último capítulo.]

viernes, octubre 14

Nuevos espinazos para jurados incautos y/o perezosos

"Creo que una buena fórmula para comprobar la calidad de una novela es, en el fondo, una combinación de precisión poética y de intuición científica. Para gozar de esa magia, el lector inteligente lee el libro genial no tanto con el corazón, no tanto con el cerebro, sino más bien con la espina dorsal. Es ahí donde tiene lugar el estremecimiento revelador, aun cuando al leer debamos mantenernos un poco distantes, un poco despegados. Entonces observamos, con un placer a la vez sensual e intelectual, cómo el artista construye su castillo de naipes, y cómo ese castillo se va convirtiendo en un castillo de hermoso acero y cristal."

Vladimir Nabokov, Curso de Literatura Europea

martes, octubre 11

Sobrevidas (comments recobrados I)

1.

¡Qué siniestro es ver como se apilan los libros para una mudanza, y sentir que no van a caber en ninguna biblioteca sensata y discreta, o qué no nos alcanza la vida ni el interés para releerlos por lo menos todos una vez más!

Me paso hace poco: mudaba mis libros a una nueva biblioteca, convergiendo a un mismo espacio de serenos conflictos con los metros cúbicos. Y al verlos apilados, pensaba que me sobrevivirían, y se separarían y se volverían a juntar, sin mí intermediación selectiva. Y toda esa tentación de un bombero bradburiano me colmó, y me imaginaba entregando el monstruo al fuego. Un pecado de criatura más efímera.


2.

No dudo, que el sistema epistolar y manuscrito sobrevive en las cartas amorosas, en detrimento de la fría e inquietante limpieza del e-mail. Ya que cuando uno recibe una carta que manos femeninas han encerrado en un delicado sobre violáceo (como los que gustan usar y tener escondidos en agendas con llaves diminutas), enviados a través de un sistema postal personalizado; y comienza a establecerse un ida y vuelta ingenuo y paralelo a los roces y los encuentros físicos, uno se da cuenta que el género epistolar de puño y letra sobrevivirá de algún modo. En la letra manuscrita, no deja de estar nuestra huella (manteniendo tranquilos a los grafólogos, los escribanos y los falsificadores), y eso, aunque también las palabras, es lo que queremos percibir al leer. Su perfume visual, su esencia hologramática, la caricia del pulso sobre el papel.

viernes, octubre 7

Novelas Orgánicas

William Burroughs sentía, al crear Naked Lunch (EL Almuerzo Desnudo), que escribía “notas para una novela y no la novela en sí”. Perseguía la estructura en el caos, el orden desordenado como una nueva especie de orden. El carácter fragmentario de sus “representaciones”, seguían líneas extremas difíciles de articular en un todo, entre dos tapas. Y esto era así, por el caos que acarreaba también de su vida diaria en Tanger. Iain Finlayson refiere que: “Bowles había estado en el Muniria y había visto “las páginas escritas a máquina de una obra que estaba construyendo Burroughs que, durante meses, había estado en el suelo de la habitación del sótano de Bill. A menudo había visto cómo las hojas de papel amarillo eran pisoteadas, y pensaba que tendría que gustarle tenerlas allí, porque si no las recogería”. Para su amigo, el poeta beat Allen Ginsberg, era un verdadero problema cómo ordenar Naked Lunch, ya que “los textos se habían desarrollado como secuencias y se repetían con grandes evoluciones.”

Es interesante observar cómo este mecanismo de evoluciones sigue el modelo darwinista, pudiendo dar cuenta -como teoría aproximativa- a la producción de novelas orgánicas. Uno de los dos principios, que para Darwin, llevan al cambio no adaptativo, es que “un órgano construido bajo la influencia de la selección para un papel específico puede ser capaz, como consecuencia de su estructura, de realizar también otras muchas funciones no seleccionadas.” Toda “creatura” modifica a partir de sus órganos preexistentes, alguna disposición que en primer lugar era “estética” para hacerla funcional (“estética” digo, pensando en el caso de la orquídea trampera, cuyo pétalo se ha modificado para ser una trampa reproductiva). Esto implica, presenciar o rastrear el acto originario de la novela. Es decir, describir la segregación de esas partes que en primer momento eran circunstanciales y que luego se han ido reorganizando, tensionados en el progreso de la novela hacia su final, para ser funcionales. Naked Lunch, presenciando el acto de su segregación o de su libación, es un organismo a primeras vistas caótico pero agitado y vital; y es por ello, por su carácter orgánico, evolutivo y metamórfico, que hubo previamente a su publicación, el requerimiento de una organización de sus partes (como contención de sus formas.)

Selección de las Especies: Todo individuo lucha, adaptándose a su medio, a preservar su primacía reproductiva. Toda novela experimental, me arriesgaría a decir, se arma de pinzas, picas y ventosas para primar en un medio estanco como el de la Literatura consolidada. O perece y se extingue; o procrea una serie de variantes que vuelen a consolidar otro equilibrio estanco.


[Una clasificación personal entre novelas teoremáticas y novelas orgánicas, desde el punto de su planificación y desarrollo. Leerse como un post crítico para mi Espacio Ripley de Lectura.]

martes, octubre 4

El Regalo de Pandora


¡Oh, sorpresa!, su novia no parecía guardarle rencor por la escena de la otra noche. Evitaba aún la vergüenza de reconstruir el hecho en su mente. No habían bastado caracoleantes argumentos, tentativas caricias, raptos de mal humor e indiferencia; todo para terminar cayendo en una confusa posición: ella, bella fruta arrebolada casi desenvuelta; él, feroz inequívoca intención de penetrar. Obviamente, ésta no era la buena imagen que intentaba fijar para sí mismo: “¿nena, no te diste cuenta de que había amor en mi pedido?” Y sin embargo, días después todo parecía renovarse ante esta imprevista sorpresa, ya que hoy cumpliendo dos meses, ella le ofrecía una voluminosa caja envuelta para regalo: brillante y cúbico en lazo azul. Aceptó primero desconcertado y luego lujurioso al saber, por sus dulces palabras, que dentro encerraba “la llave de su cuerpo, la fruta de su amor”. Con una sonrisa, desató el lazo y comenzó a despegar las cinta adhesiva cuidadoso de no rasgar el papel, sin dejar de asegurarle que los guardaría en su cofre de recuerdos amorosos. Finalmente abrió la caja que en forma tan delicada había desnudado, para mirar entre divertido y burlón el interior. La dulce mirada de su novia brillaba humedecida, y una sonrisita pícara le iluminó el rostro. Había otra caja envuelta, idéntica pero más pequeña. “Un clásico”, pensó evitando el comentario que le hiciese perder de nuevo todos los puntos; así es que no tuvo mas remedio que salir, para abrir y atisbar dentro de la caja más chica. Pero entrando, predeciblemente, descubrió que había una más pequeña aún; por lo que hubo de salir de nuevo, para entrar a una más diminuta; ¡pero carajo!, y pegó un salto afuera con muscular exasperación para caer nuevamente en lo que parecía una eterna trampa rusa, una espantosa Caja de Klein: desatar un lazo azul, rasgar una brillante envoltura, salir para que adentro tenga que desenlazar y rasgar y salir para que adentro...
¡Esperanza!, ¡Madre de las Pestes, Acicate de los Ingenuos! Y la risa de su novia cada vez más lejana; y él sin saberse adentro o afuera, intermitente y feroz.